viernes, 28 de diciembre de 2012

Ni puñetera gracia

Afortunadamente, la rancia tradición de las inocentadas ha ido perdiéndose y apenas quedan medios de comunicación que intenten sorprender a su clientela con alguna noticia ful el día 28 de diciembre. Creo que ello es de agradecer, mas que nada porque, con la que sigue cayendo, buena parte del personal hace tiempo que no está para muchas bromas, sobre todo si estas además no tienen gracia, que es lo que suele ocurrír.


Mariano Rajoy y Luis de Guindos
Y no digo con ello que el humor y “la cosa” (como nos ha descubierto Angélica Tanarro que han empezado a llamar en Sevilla a la crisis para no mencionar su maldito nombre) sean incompatibles. Todo lo contrario: el humor de verdad, simplemente el que tiene gracia, y no digamos ya el inteligente, siempre es saludable y ahora quizás mas necesario que nunca. El que sobra siempre y es mas cargante que nunca es ese presunto humor que no tiene puñetera gracia.

 Bastantes inocentadas, y a cual mas gruesa, nos vienen gastando los gobernantes de turno desde que empeoró “la cosa”. En menos de un año hemos descubierto que el programa electoral de Mariano Rajoy era todo él una completa inocentada. Huelga decir que una inocentada nada inocente. Y lo peor es que no nos lo advirtieron el primer día, nada más ganar las elecciones. Las bromitas nos las ido administrando a lo largo del año, lo cual las ha hecho mucho mas insufribles. Además, llovía sobre mojado, ya que Zapatero se aficionó lo suyo a hacernos "gracietas" en su última etapa. 

A partir de aquella gran inocentada que nos gastó un infausto día de mayo de 2010, en el que, preso del pánico, vendió su alma a Ángela Merkel, el paisano vallisoletano-leonés perdió el pudor y nos la estuvo jugando hasta que entregó las llaves de La Moncloa. Su última gracia (nunca mejor dicho) consistió en indultar al banquero Alfredo Sáenz, condenado, ya se vio, por un  quitáme-allá-esas penas. Eso después de haber promovido una reforma de la Constitución que, más que una broma pesada, ha resultado ser todo un escarnio.

Ana Botella y Alberto Ruíz Gallardón
 Las primeras inocentadas que nos gastó Rajoy -y nosotros sin enterarnos- fueron los nombramientos de algunos de sus ministros. Por ejemplo, picamos como pardillos creyendo que Alberto Ruíz Gallardón, el antiguo “verso suelto” del PP, iba a ser el ala progresista del gobierno del PP. Y a la vista está el chasco, no hace falta que les cuente; se ha ido tan a la derecha que a, su lado, Esperanza Aguirre es casi de centro. Para los madrileños la inocentada de Gallardón ha sido doble, ya que su unción ministerial sirvió en bandeja la Alcaldía a Ana Botella, sobre la cual tampoco es necesario extenderse: En el caso “Madrid Arena” ha encontrado el techo de su manifiesta incompetencia.

Algo parecido con Gallardón ha sucedido con José Ignacio Wert, un sociólogo, antaño diputado de UCD, al que, a tenor de sus opiniones como tertuliano de la cadena SER, muchos teníamos por un tipo moderado y nada broncas. Tampoco hace falta que les cuente. Añádase a lo de Gallardón y Wert la entrega del ministerio de Economía a Luis de Guindos, antiguo asesor de Lheman Brothers, y convendrán conmigo que Rajoy nos gastó las primeras inocentadas el mismo día que dio a conocer su gobierno.

Ana Mato y José Ignacio Wert
Sobre otros ministros o ministras no menos nocivos/as que los anteriores, la verdad es que tampoco podemos llamarnos mucho a engaño. Quien haya seguido minimamente la trayectoria de Ana Mato, sabía desde el primer día que cualquier ministerio le vendría grande; en este caso la broma (peor que pasada) ha sido poner en sus manos la cartera de Sanidad y no en otra en la que los destrozos fueran inocuos para nuestra salud. Lo mismo que tampoco podemos sorprendernos del desparpajo de Cristóbal Montoro o Miguel Arias Cañete, quienes repetían en el mismo ministerio que ocuparon con José María Aznar.

 Así pues, a estas alturas de un año que la inmensa mayoría estamos deseando de que termine, la capacidad de aguante del personal para soportar bromas de dudoso gusto está mas que saturada. Y que sea precisamente hoy, 28 de diciembre, el día elegido por Rajoy para hacer balance de su primer año de gobierno, constituye la peor de las inocentadas que podíamos esperar. Una gracia de lo más puñetera.